

The Visitor
Season 1 Episode 12 | 1h 15m 58sVideo has Closed Captions
Don Emilio is seriously ill. Clara wants to start a career as a model.
Don Emilio is seriously ill. Clara wants to start a career as a model, but things don’t go as planned. Christina begins to wonder why Alberto was sent away as a teenager.
Problems playing video? | Closed Captioning Feedback
Problems playing video? | Closed Captioning Feedback

The Visitor
Season 1 Episode 12 | 1h 15m 58sVideo has Closed Captions
Don Emilio is seriously ill. Clara wants to start a career as a model, but things don’t go as planned. Christina begins to wonder why Alberto was sent away as a teenager.
Problems playing video? | Closed Captioning Feedback
How to Watch Velvet
Velvet is available to stream on pbs.org and the free PBS App, available on iPhone, Apple TV, Android TV, Android smartphones, Amazon Fire TV, Amazon Fire Tablet, Roku, Samsung Smart TV, and Vizio.
Providing Support for PBS.org
Learn Moreabout PBS online sponsorship-Alberto me quiere y es normal que esté molesto por todo lo que pasó, ¿no?
Así que voy a ir a darle una sorpresa de buenos días.
-¿Has ido a su casa?
-¿Está don Alberto en casa?
-Sí, me imagino, por las horas y porque está el coche en el garaje.
-¿Qué problema hay porque os haya descubierto?
Alberto, eres un hombre libre, libre.
Habías roto con ella y le habías dejado bien claro que no querías seguir.
¿Te has echado atrás?
-No, me voy a casar con Cristina.
-Me lo pasé muy bien anoche.
-¿Cuándo nos volveremos a ver?
-Está saliendo con Mateo.
¿Pedro lo sabe?
-Sí.
Supongo que será de tu novio.
-¿No son de Pedro?
-Un momento, ¿no son tuyas?
-¿Se puede saber con quién tienes la cena?
-Con Sergio Casals, un admirador y, además, es productor cinematográfico.
¿Tú crees que me dará alguna oportunidad?
-Yo creo que él esperaba que la oportunidad se la des tú.
-¿A ti qué te pasa?
-Creo que intenta llevarte a la cama, Clara.
Por mucho que beses a ese sapo, no va a convertirse en príncipe.
-¡Mi cielo!
-¿Podemos hablar un minuto?
-He conseguido trabajo.
Tendré dinero de sobra para mantenernos los dos.
No te molestaré más.
-Se va Manolito a Alemania.
Se lo lleva su madre.
-No puede coger y dejar al niño y luego llevárselo cuando le dé la gana, hombre.
Sí puede porque es su madre.
-Y tú eres su padre.
-Ven aquí.
Es que eres lo mejor que tengo, Rita.
-¿Quieres que salgamos esta noche a celebrar el desfile?
-Creo que me estoy enamorando de otra persona.
-Me marcho de las galerías.
Sabe que yo siempre he querido un cambio de vida.
A lo mejor este es el momento perfecto.
-Sé que no he sido la mejor madre del mundo, pero nunca es fácil dejar volar a los hijos.
Cuídate, hija.
Carmen se ha ido y, y ahora estoy sola.
-Luisa, ¿puedes salir un momento?
Tienes mucha gente que te quiere, Luisa.
-Voy a hacer que el culpable pague por lo que ha hecho.
-No hay culpable, Luisa.
Juan estaba enfermo.
-Necesito que se ponga con algo.
Es un vestido de luto para doña Cayetana.
Su marido, don Francisco, ha fallecido.
-Lo han encontrado esta mañana muerto en la cama de una pensión.
-¿Y qué ha pasado?
Yo conozco los gustos de doña Cayetana.
Puedo encargarme yo.
Doña Cayetana, quería que supiera que siento lo ocurrido.
-Aquí dentro no hay nadie, Luisa.
Y no tenemos que seguir fingiendo.
Mi marido era un ser despreciable y tiene lo que se merece.
-Lo encontré tu despecho.
-Esa historia forma parte del pasado.
-¡Mentira!
Quiero mi dinero antes de un mes.
Y ahora, si me disculpas, tengo que hablar con mi hija.
-Si la hago socio mayoritario de Velvet, ampliaríamos el capital social y usted formaría parte de la empresa.
-Ana, a partir de ahora, ya no tendrá que hacerse cargo del vestido de novia de la señorita Cristina.
-¿A qué viene todo esto, Alberto?
¿Por qué no estoy haciendo el vestido de novia de Cristina?
-No tienes por qué hacerlo.
-Es mi trabajo.
-Lo siento, Ana.
No me esperaba este final.
-Yo tampoco.
Pero no te preocupes, que estaré bien.
Lo he perdido, tío.
He hecho todo lo posible, pero la prefiere a ella.
-Está bien, tranquila, todo va a ir bien.
[♪ Alba Llibre: "Falling in Love"] -Un médico a las galerías Velvet.
Dense prisa, por favor.
-Don Alberto.
¿Qué ha pasado?
-No lo sé.
Se ha desvanecido de pronto.
-Llamar a un médico.
-Ya están de camino.
-Don Emilio.
¡Don Emilio!
Ayúdenme, por favor.
Le llevamos a su habitación.
Avise a Ana, por favor.
-¡Ana!
-¿Qué pasa?
-Ana, tu tío.
-¿Que mi tío qué?
¿Qué pasa?
¡Tío!
-He pedido que te avisasen cuanto antes.
-Gracias.
-Con permiso.
-Por favor.
-Permiso.
Tranquila.
-Ya puede irse, don Alberto, yo me dejo cargo.
-Sí.
-Gracias.
-Don Alberto, ¿cómo está?
-Bien, bien, está bien.
El doctor se está ocupando.
Doña Blanca, mientras, le voy a pedir, por favor... -Sí, sí, no se preocupe, yo me hago cargo.
-En cuanto sepamos algo, les avisaremos.
-Si necesita cualquier otra cosa... -No, gracias.
-Ya lo han oído, señores.
Dejemos descansar a don Emilio.
No quiero a ninguno fuera de su puesto.
Y ustedes, señoritas, en cuanto salga el médico, las quiero en el taller.
[♪ música triste] -Bueno, una de estas todas las mañanas durante dos semanas.
-Bien.
¿No debería haber despertado ya?
-Sí, lo hará, pero es normal estar fatigado en una crisis de este tipo.
-¿Crisis?
¿Qué crisis?
Hablando de esa manera, va a conseguir que mi sobrina se ponga más nerviosa de lo que está.
-Me alegra verle refunfuñar otra vez.
-Vamos a ver, Emilio, si no se toma en serio lo que le voy a decir, al final va a acabar lamentándolo.
Esta semana, quédese en cama.
-De ninguna manera, estoy perfectamente.
-Sí, hombre, yo no sé para qué he venido entonces.
-Es tarde y tengo que tra... -Ay.
-Tengo que tra... -A ver.
Deje, le acomodo ahí.
Ahí.
Cuidado con la cabeza.
-Bueno, ahora que estamos de acuerdo en que bien no está, vamos a hacer un trato.
Esta semana, obedece y se queda en cama, sin moverse.
-No se preocupe, que si hace falta, lo ato.
-Al final de semana vuelvo.
Y si todo está como tiene que estar, ya hablaremos de volver al trabajo, ¿de acuerdo?
-No hace falta que repita las cosas cinco veces, el oído lo tengo perfectamente.
-Si hay cualquier cambio, ya sabe cuál es mi teléfono.
-Díganos lo que se le debe.
-No, nada.
El señor Márquez se ha hecho cargo personalmente de todos los gastos.
Adiós, buenas tardes.
-Adiós.
Guarda ese dinero en la lata.
[puerta se cierra] -No voy a dejar que Alberto nos ayude y menos ahora.
-Yo soy el enfermo.
Yo soy el que acepta la ayuda.
-Yo no me fío.
¿Por qué no ha salido Ana del cuarto todavía?
Y la cara de don Alberto, por Dios, si era un poema.
Esto no es una buena señal.
-No seas [inaudible], si don Alberto dijo que estaba todo bien.
No va a mentirnos, ¿no?
Digo yo.
-Lo sé, lo sé, pero estoy nervioso, Rita.
Sabes que... -¿Cómo está?
-Ha sido una subida de tensión, pero ya está mejor.
-Ay, qué bien.
-No veas qué alivio.
Nos estaban poniendo en lo peor.
Si he tenido que tranquilizarlas y todo.
-Pero, bueno, no te creas nada.
Si este estaba que le iba a dar algo, ¿que sí, Rita?
-Yo qué sé.
-Yo me voy a ir a trabajar porque... Como no está don Emilio, en la galería tiene que haber un... una de trabajo, el doble o el triple.
-Sí.
-Me voy.
-Pero ¿y a este qué le pasa?
-Pero, bueno, ¿y yo por qué tengo que saberlo todo de Pedro?
¿Eh?
-Rita.
-¿Que Pedro te besó?
-Sí, hija, sí, de sopetón.
Pero fue él, ¿eh?
Que conste, que yo esta vez no he hecho nada.
Pedro que se estaba sensible por lo de Manolito y, y pues necesitaba consuelo.
Pero, vamos, que me removió, que me dejó tiritando.
-Claro.
¿Y cómo sabes que sólo es eso?
-A ver si te va a estar empezando a mirar con otros ojos.
-Pero ¿qué ojos ni qué ocho cuartos?
Que yo sepa, tiene los mismos de siempre, que no se los ha cambiado ni nada.
-No seas guabarrita.
-Sí, sí que lo soy, porque ya sé por dónde vais y me niego.
No, porque Pedro y yo somos amigos.
-Y él está enamorado de mi hermana.
-Bueno, pero ellos no están juntos.
-Bueno, ¿y se le va a olvidar en dos días?
-No, pero a lo mej... -No, pero que no hay peros que valga.
Que no, que me ha costado mucho acostumbrarme a esos paños de lágrimas.
Y no, eso es lo que soy para él.
Y no me importa.
Con Clara, con Manolito y con lo que haga falta porque yo prefiero eso a estar esperando a que alguna vez me mire y piense: "Bueno, pues, a lo mejor, esta chica...".
Pero que ya está, hombre, que no me mires así.
Que ahora lo que importa es tu tío, en serio.
A mí cuando me lo contó Pedro, vamos, se me cortó el cuerpo.
-Se le cortó el cuerpo y las ganas de trabajar, por lo que se ve.
Tenemos cuatro encargos pendientes, por si lo habían olvidado.
Ana.
Usted puede tomarse el tiempo que necesite.
Aunque solo sea para vigilar que su tío no se salte la baja.
No quiero ser yo responsable de ninguna recaída.
-Gracias, doña Blanca.
-Desde luego que hay veces que hasta Lucifer parece un angelito.
-Es que está más sensible desde que se ha ido su hija.
-Oye, menuda línea recta la tuya.
-¿Estás bien?
-¿Cojo otro trozo de tela?
-Venga, que te ayudo.
[♪ música triste] -Es normal, es un señor mayor.
Estas cosas... -Disculpa, no sabía que estabas reunido.
-Vuelvo más tarde.
-Pasa, pasa.
No te preocupes.
El doctor ya se marchaba.
Muchas gracias.
Por favor, no dudes en informarme.
-De acuerdo.
Que tengan un buen día.
-¿Una visita del doctor a domicilio?
Curioso, porque yo te veo más sano que una manzana.
No como yo, que llevo una resaca de las buenas.
-Es el doctor que está atendiendo a Emilio.
-Lo sé.
Todo el mundo lo sabe a estas alturas.
Lo que no sé es qué hace aquí.
-Don Emilio es uno de los trabajadores de esta empresa.
Se ha desmayado durante su jornada laboral.
Es normal que me preocupe, ¿no?
Por supuesto, por supuesto.
-Sé perfectamente lo que estás pensando.
-¿Yo?
No estoy pensando absolutamente nada.
Es más, estoy seguro que esto no tiene que ver ni una pizca con Ana.
-Independientemente de lo que pasase o deje de pasar con Ana, conozco a don Emilio desde que era un niño.
Era la mano derecha de mi padre.
Mientras yo esté en esta empresa no le va a faltar de nada.
-Bien.
Aclarado el asunto, me quedo mucho más tranquilo.
-¿Una audición?
Pero ¿lo dices en serio?
¿Lo estás diciendo en serio?
¡Ay, Clara, que a madre le da algo!
¡Como te ve en el cine, le da algo!
-Bueno, en realidad se trata solo de un anuncio para televisión.
-Bueno... -Pero por algo se empieza.
-¡Claro!
-Ay, Rita, es que estoy tan nerviosa.
Dime que me vas a acompañar esta tarde.
-¿Yo?
Bueno, en un plató de esos, no me lo pierdo por nada del mundo.
-[inaudible].
-No, ponte el rojo.
-Don Mateo, ¿necesita algo?
No, si yo ya me iba, don Mateo.
Después te veo, ¿vale?
-¿Novedades importantes?
-Sí.
Sergio me ha conseguido una audición para un anuncio.
-Vaya, sí que ha sido rápido, ¿sí?
-Sí, es que el mundo de la televisión es así.
O al menos es lo que dice Sergio.
"Nunca se sabe cuándo puede surgir la oportunidad".
-Créeme, Sergio sabe perfectamente cuándo puede surgir una oportunidad.
-Con un poco de suerte, no vas a tener que seguir aguantándome aquí mucho tiempo más.
Y, mira, vas a poder contratar a una secretaria de esas con mucha experiencia.
-Sí, sí, sí, claro.
Así todo eso está muy bien.
Lo que pasa es que se te olvida una cosa, un pequeño detalle.
-¿Cuál?
-Que todavía no has hecho la audición.
Sé lo mucho que Sergio confía en tu talento interpretativo, pero tal vez debería esperarse a verlo antes de dar por hecho tu futuro como actriz.
-Uy, lo siento, la resaca, ¿verdad?
Sí, es que así las mañanas se hacen bastante cuesta arriba.
-¿Y sabe qué sería perfecto para eso?
Un café.
Solo.
Con dos azucarillos.
Gracias.
-Yo confío en el trabajo que hemos hecho.
-Pues debes de ser el único.
-No, yo también lo hago.
Y sé que muchas chicas como yo llevarían sus vestidos.
Pero, claro, sus madres están tan anticuadas y son tan manidas.
-Patricia, hija mía, hemos hecho una gran inversión.
Y tenemos que sanear las cuentas si no queremos que las galerías se nos caigan encima.
-Disculpen el retraso.
-Gerardo, por favor, tome asiento.
-¿Gerardo?
¿Qué haces aquí?
-Ese es el tema del que quería hablar hoy.
Mateo, por favor.
-¿Qué significa esto?
-He pedido una ampliación del capital del 50%.
-¿Del 50%?
¿Y sin consultar a la Junta?
-Esa es una decisión que le atañe al director.
Si quiere, lo puede mirar en los estatutos.
-Bueno, pues entonces habrá que cambiarlos.
No podemos permitir que un desconocido forme parte de nuestro negocio, ¿verdad?
-Gerardo ya ha comprado el 50% de las acciones.
-Aportaré 10 millones de pesetas, además del capital que ya había invertido.
-Eso significa que tendrá más poder sobre el negocio que nosotros.
-Patricia.
-Pronto formaré parte de la familia y miraré siempre por el bien de todos.
-Necesitábamos liquidez y ya la hemos conseguido.
Aguantaremos la colección de Raúl una semana más.
Si no funciona, volveremos a la anterior.
-Tienes que disculpar a mi hija, Gerardo.
Últimamente se comporta más como una niña maleducada que como una señorita de su clase.
-Soy mayor, pero aún recuerdo la impulsividad de la juventud.
Más aun cuando las cosas están tan tensas.
-Sí.
Es una lástima que hayamos tenido que llegar a estos extremos.
-¿Te acerco a algún sitio?
-No, gracias.
Tengo que hacer unos tramites en el banco.
Pero nos vemos pronto.
-Así que es eso lo que pretende.
-Mira, hija, si vienes a disculparte por el espectáculo que acabas de dar, llegas tarde.
Una vez más, tu madre ha tenido que guardarte las espaldas.
-No me arrepiento de nada.
Solo quería que supiese que sé a lo que está jugando y me parece patético.
Y si piensa que haciendo eso va a controlar las galerías, está muy equivocada.
Pienso impedirla.
Mira, Patricia, reza por que las cosas se encarrilen con la nueva colección porque estoy empezando a estar muy cansada, ¿sabes?
Y a lo mejor, un día de estos, vas a querer volver a casa y te vas a encontrar con las puertas definitivamente cerradas.
Y, a este paso, tu hermano no creo que tenga ni para pagarte el hotel.
-Raúl, yo confío en tu colección, pero tú... -Sí, sí, ya lo veo, aguantándola una semana.
Es ridículo, no se puede cambiar la mentalidad de la gente en una semana.
-Gerardo no está dispuesto a ceder en ese sentido.
Ha invertido una gran cantidad de dinero en esta empresa... -"Dinero, dinero, dinero".
Es que no puedo escuchar otra palabra en este despacho.
-Si fuese bien, oirías "Ventas, ventas, ventas".
-No se trata de discutir.
Por favor, se trata de encontrar la manera de solucionar las cosas en una semana.
No tenemos tiempo.
-Bien, ¿alguna sugerencia?
¿Raúl?
-¿Alguien necesita un poco de dulce?
Dicen que es bueno para pensar.
-Hola, Cristina.
-Hola.
¿Qué tal la reunión?
-Según lo previsto.
Estamos intentando encontrar la manera de que los vestidos de Raúl, en los que yo confío desde el principio, salgan a la calle, la gente los vea y se muera de ganas por entrar en Velvet para comprarlos.
-Y lo vamos a conseguir gracias a ti, sherry.
-¿Cómo?
¿Quieres que me ponga uno de tus vestidos y salga con él a la calle?
Yo encantada.
-No, tú estés estupenda, pero todavía no eres la reina del papel couche.
¿Qué veis aquí?
Aquí, ¿qué veis?
-¿La princesa de Mónaco?
-¡Publicidad!
-Se le ha ido la cabeza, lo hemos perdido por completo.
-Una imagen, una imagen, nada vende más que una imagen.
Sobre todo si es la imagen adecuada.
Viene a Madrid esta tarde, se aloja en el Ritz, tiene un montón de eventos a los que acudir.
Si se pusiera un vestido de nuestra colección en solo uno de ellos... -Es imposible acceder a una persona así.
-Sí, pero por casualidad yo conozco a alguien que nos pueda acercar a ella.
-¿Quién?
¿Quién?
-Yo.
-¿Tú?
-Yo conozco a Gracia.
Fue hace mucho tiempo, todavía era conocida por su nombre artístico.
Ella vino a París a visitar los talleres de Dior, donde yo trabajaba de segundo y, bueno, mediamos unas frases, yo le dije todo lo que admiraba su trabajo, le dije que era una gran inspiración para mis... -Y ahora no dirás qué te contestó.
-Me dijo que tenía unas manos de oro.
-Y tenía razón.
-Alberto, por favor, esto no es serio.
No podemos jugárnoslo todo a esa mano.
-Ya, pero es que soy yo el que se la va a jugar.
Si queréis, podéis ir buscando otra alternativa, pero déjame intentarlo, Alberto, estamos en esta situación porque confiaste en mí.
Solo quiero devolver el gesto.
[suspiro] -Inténtalo.
-Luisa, pásame la tiza.
¡Luisa!
-¿Qué?
-Que hoy estás en todos lados, menos donde tienes que estar, hija.
-No es para tanto.
¿Qué quieres?
-Señoritas, quiero ver todos los vestidos de la colección en sus respectivos maniquís y los quiero para ayer.
Rita, hermosura, tráeme una caja.
Vamos a preparar un pequeño presente para una futura clienta.
-¿Y se puede saber quién es?
-¿Le gusta el cine, doña Blanca?
-Es extraño caminar por las galerías y no ver a don Emilio, ¿verdad?
-El doctor dice que en breve podrá incorporarse, pero tiene que estar volviéndose loco en la cama.
¿Sabes que en 30 años trabajando aquí nunca había pedido la baja?
Es el mejor trabajador que hemos tenido aquí.
-Sí, pero hasta que vuelva, vas a tener que buscarle un sustituto.
-Te veo luego.
Patricia.
-Estoy muy ocupada.
-¿No tienes dos minutos para hablar con tu hermano?
-¿Para qué?
Si lo único que te interesa son mis votos.
Cuando los necesitas, claro.
-Eso no es verdad.
-¿Por qué no me lo has contado?
-A veces, cuando tienes un trabajo de tanta responsabilidad, no siempre es fácil tomar decisiones.
-Uy, pobre.
Pero si me lo permites, tengo cosas que hacer.
Menos duras que dirigir las galerías, por supuesto.
-Lo tenía que haber comentado, de verdad.
No porque sea mi obligación, sino porque realmente creo que lo mereces.
-No vas a conseguir que me ablande.
-Sé que estás trabajando muy duro, Patricia.
Por eso, además de lo de Gerardo, he tomado una decisión.
-Serás la sustituta de don Emilio.
-¿Jefe de dependientes?
-Hasta que se recupere.
Nadie mejor que la empleada más eficaz.
-¿De verdad crees que ha sido una buena idea incluir a Gerardo en el accionariado?
-Está empresa es de los Márquez y seguirá siéndolo, pero necesita un poco de tiempo, Patricia.
-Adular y seducir.
Esas son las claves para conseguir una buena venta.
Y para ello, vuestra apariencia tiene que impresionar a los clientes.
Sé que para algunas es una tarea más que complicada, pero esfuércense, chicas.
Rubor, sombra de ojos y máscara de pestañas, mucha máscara de pestañas.
Y para los chicos, una buena sonrisa y un aliento apropiado.
-¿Es que quieres que besemos a las clientas a partir de ahora, Patricia?
-Quiero que piensen que les gustaría hacerlo.
Y a partir de ahora, soy señorita Patricia.
¿Queda claro?
-¿Tiene algo más que decirnos?
-Por supuesto.
Inés, esa falda.
Un poco más larga y casi te la pisas con los tacones.
Mañana la quiero dos centímetros más corta.
Y, Max, si no sabe hacer un nudo de corbata como Dios manda, es que no trabaja para estas galerías.
-Cuánto tiempo que no te veía coser.
-Pues solo tiene que pasar por la sala del fondo del pasillo cualquier día de 8:00 a 20:00 y me verá.
-Sabes muy bien a lo que me refiero.
-Ya, es que ahora hay mucho trabajo.
No tengo tiempo de coser para mí.
-Ya, la verdad es que desde que Alberto volvió de Londres, no te he visto pensar mucho en ti.
-Y me lo dice alguien que no ha pensado en sí mismo en toda su vida.
-Es que tiene otras cosas en que pensar.
-Igual esto es un aviso para que empiece a hacerlo.
Sabe que puede dejar de trabajar cuando quiera.
-Voy a estar aquí hasta que me muera.
O hasta que se cierren las puertas de las galerías.
-Bueno, este ya está.
-Me va a hacer falta.
Hay que saber lo que está pasando por ahí en mi ausencia.
-Este quizás sea demasiado extravagante.
-Y el negro demasiado atrevido.
Poco apropiado para una princesa.
Quizás este verde.
Es seda india muy delicada.
Si es que quiere enviarle uno.
-No, no lo haré.
[suspiro] Con esto bastará.
-¿Y qué pasa entonces con el resto del vestido?
-¿Qué sabe usted de pesca, doña Blanca?
-Imagino que lo mismo que usted sobre fútbol.
-Para pescar una buena pieza, no hay que poner el cebo más grande, sino el más apetitoso.
Lo que viene después es muy sencillo.
Se lanza la caña al mar y se espera a que el pez pique el anzuelo.
¿Los zapatos?
Si le gusta lo que ve, vendrá por lo que falta.
¡Pedro!
¿Dónde está Pedro?
-¿No debería estar en su puesto de trabajo?
-Cómo es, don Emilio, que ni enfermo se toma un respiro.
-No se preocupe, que estoy en mi descanso de media mañana, hombre.
-Ya conozco sus descansos.
-Basta que falte uno un momento para que aquí todo el mundo se crea que esto es jauja.
-Bueno, por eso no se preocupe, que está la señorita Patricia encargándose de todo esto.
Menuda es, no se crea.
-¿La señorita Patricia?
-Sí, bueno, pero no se preocupe, que esto es temporal, que nadie le va a quitar su puesto de trabajo.
Aunque ella realmente es medio propietaria, que papeles, o sea... Todos estamos deseando que vuelva a su puesto porque todas las clientas no paran de preguntar: "¿Don Emilio...?".
-Sí, pero no va a poder volver si no se toma primero lo que le recetó el médico.
-Oye, ¿por qué no te vas a la botica y compras todo lo que tienes que comprar?
Yo me quedo con don Emilio y así te despejas un poco.
-No necesito a ninguno de los dos.
-No te preocupes, Pedro.
-No, si no es preocupación, mujer, si es porque tomes un poquito el aire, que te va a venir muy bien y si te vas, vete.
-Vale, vale.
-Vale.
-Me voy.
Hasta luego.
-Hasta luego.
Le he traído la prensa de hoy, una revista para que no se aburra y unos churros de Estraperlo, que sé que Ana le está controlando la comida.
Esto es lo mínimo que podría hacer por usted porque me ha ayudado siempre con el tema de mi hijo... -El niño no tiene la culpa de que usted sea un inconsciente.
-En eso le doy la razón.
¿Cojo un churrito y hablamos?
Pero no se preocupe, ¿eh?
Porque ya, desde Alemania, [inaudible], realmente.
-¿Usted ha venido a verme o a contarme sus cosas?
-Esto yo lo hablo siempre con Rita, no se crea.
De hecho, anoche estuve con ella, me estuvo consolando, porque yo era [inaudible], y yo se lo agradezco.
Porque cuando uno está mal, pues necesita compañía y encima cuando está depresivo, pues, no para de hacer tonterías.
Estaba con ella y la besé.
-Y, díganme una cosa, ¿usted no era el novio de su hermana?
-¡No!
Ya no.
Ya no, ya... El tema es que estaba ahí.
Y no sé qué pasó, pero lo hice.
Lo hice.
No me mire así, por favor, no me mire así, que sé lo que estás pensando.
Un hombre no besa a una mujer así porque sí, ¿verdad?
-No pongas en mi boca palabras que yo no he dicho.
-Si es que a mí no me gusta Rita.
Ah, Pedro, a ti no te gusta Rita.
A mí especialmente eso me da igual.
-Entonces, ¿por qué puñeta me cuenta todo esto, eh?
[golpes en la puerta] Adelante.
-Me alegra verlo mejor, don Emilio.
Gracias.
-Pedro, es Donald de la Riva, te está buscando.
-Vale, dígale que ahora subo.
-Vamos.
-Me quedo... -Vaya su trabajo.
Váyase, yo no pienso moverme de aquí.
-¿Seguro?
-No.
-Me, me llevo el churro.
-Sí, de acuerdo.
-Bueno.
Bueno, Pedro, este es el paquete más importante que ha entregado en la historia de las Galerías Velvet, así que, por favor, le suplico que tenga mucho... Pedro.
¿Me está escuchando, Pedro?
-Sí, sí, sí, lo he escuchado.
-¿Qué he dicho?
-Le...
Lo del... -Que tenga muchísimo cuidado con este paquete, que es muy importante, por favor.
¡Extrema delicadeza!
-Sí, sí, yo soy la delicadeza en persona.
Vamos, no hay recadero más delicado que yo.
De hecho, voy a decir: "Misa Gracia, a present de las Galerías Velvet".
-Ay, Dios mío.
Bueno, usted entregue el paquete y deje que las palabras las diga otra persona, que ya lleva una notita dentro.
-Venga.
-Voy.
-¡Vamos, Pedro!
-Vale.
-¡Pedro!
Y, por favor, no lo entregue en recepción.
¿Me ha oído?
¿Me ha oído?
-Sí, sí.
-Entréguelo directamente en mano.
Diga que lleva un material extremadamente valioso.
¿Me ha oído, no?
-Sí.
El futuro de las Galerías Velvet.
-Te estaba buscando.
-¿Qué hace aquí?
-Bueno, es que me he enterado de lo que le ha pasado a tu tío y quería que supieras que si necesitáis cualquier cosa, lo que sea, podéis contar conmigo.
-Ya está mucho mejor, gracias.
-Sí, bueno, me imagino que tus amigas te estarán echando una mano, ¿no?
Y tu novio, claro.
-Ya no estamos juntos.
-Vaya, lo siento.
-Bueno, son cosas que pasan.
La vida sigue.
-Pues, en cualquier caso, lo dicho.
Si necesitáis algo, lo que sea, aquí estoy.
-Gracias.
-Adiós.
Alberto.
Perdona el retraso.
¡Uf!
El padre Torres nos va a matar.
-¿De dónde vienes?
-He ido a preguntarle a Ana cómo estaba su tío.
Me he entretenido hablando con ella.
¡Uf!
Menuda rachita que lleva, ¿eh?
Acaba de romper con su novio.
Y está mal.
Se hace la dura, pero se ve que está mal.
Es que, cómo son las cosas, ¿no?
Cuando viene una desgracia, parece que todas vienen juntas.
Vamos.
-"Salí a dar un paseo, volveré en un rato.
No hace falta que llames a la policía".
-Buenos días.
No lo puede evitar, ¿verdad?
Dígame una sola razón por la que no deba ir a hablar ahora mismo con su sobrina y contarle lo que está haciendo.
-Quería asegurarme de que Patricia había cerrado bien los turnos del resto de la semana.
-Yo misma lo revisé y no había fallo.
También se ha hecho cargo de las liquidaciones.
Y ha repasado los albaranes de entrega de los recaderos.
Ah, y se ha reunido con los representantes de Perfumes Satín.
Dicen que los comerciales estarán mañana mismo aquí, tal y como usted esperaba.
¿Alguna queja?
-No, ninguna.
-Bien.
Ahora haga el favor de volver a la cama.
De verdad, lo siento muchísimo, señor De la Riva, es imposible acercarse a esa mujer.
Le dejé la caja en el carro del Botones, pero dudo que sirva de algo, claro.
-Pero vamos a ver un momento.
¿Usted le dijo que iba de mi parte?
-Sí, sí, le dije que venía de parte... No, no, no, usted no le dijo que iba de mi parte, porque si le llega a decir que va de mi parte, ella recibe el paquete.
-Bueno, pe... -Mateo, ¿qué son tantas risas?
¿Por qué tantas risitas?
¿Me quieres explicar qué significa tantas risitas?
-Raúl, pongamos los pies en la tierra.
Ella es la princesa de Mónaco y tú eras un segundo ayudante.
-Con unas manos... -De oro, sí, de oro, pero segundo ayudante al fin y al cabo.
¿Imaginas con cuántos segundos ayudantes habrá coincidido en su vida?
¿Imaginas a cuántos, por mera educación, les habrá dicho lo mismo que a ti?
¿Te lo imaginas?
-Cuando se produzca esa llamada, alguien va a tener que comerse sus palabras.
-Ojalá.
[♪ música divertida] -Señoritas, ya es la hora.
Pueden volver a sus habitaciones o hacer lo que quieran.
Ya no serán requeridas aquí.
-Doña Blanca, todavía es pronto.
Pueden llamar en cualquier momento.
-Estamos fuera del horario comercial.
A estas horas, ya no llamará nadie.
¿Por qué no se va a casa a descansar?
[teléfono] -Galerías Velvet.
Su hija.
-¿Carmen?
Hija, empezaba a preocuparme.
¿Cómo estás?
¿Cómo va todo?
Maximiliano.
-Doña Blanca, ¿quería algo?
-Sí, decirte que Carmen ha llamado.
-Me alegro, ¿cómo ha ido el viaje?
-Bien, parece contenta, así que yo también lo estoy.
-Claro.
-Siento haberte interrumpido, veo que ibas a salir.
-No, no se preocupe, solo iba a cenar algo.
¿Por qué no me acompaña?
Iba a cenar solo, seguro que usted también.
A veces, un poco de compañía no viene mal.
-Tengo cena, pero gracias por la invitación.
-Seguro que su cena puede esperar a mañana.
Así me cuenta los detalles.
Le prometo que antes de la hora estamos de vuelta.
-Está bien, pero espérame fuera, no querrás que vaya de uniforme.
-Que se cree que no le he visto con los churros y encima llego de la farmacia y me encuentro la notita esa.
-Déjale mujer, le vendrá bien y a ti también, además.
Eso es que se encuentra mejor, ¿no?
¿Dónde están las limpias?
-Ahí, detrás de ti.
-Mírate aquí, esto es de cuando llegasteis a las galerías, ¿no?
-Ay, sí.
Era tan chiquitita.
Imagínate, encontrarme con mi tío, un hombre tan serio, no me atrevía ni a hablarle.
-Y para él también sería difícil, hacerse cargo de una niña así de repente y solo.
-Supongo, pero nunca me dijo nada ni me lo dirá.
No conozco a nadie que se guarde tanto las cosas para él.
Bueno, tú también eres muy de guardarte las cosas.
A veces pienso que no te pregunto lo suficiente.
-¿Estás bien?
-Luisa.
-Don Emilio.
-Si vas a decirme que me meta en la cama, te lo puedes ahorrar porque a eso voy.
Ya no tengo nada más que hacer.
-Si necesitas algo, ya sabes dónde estoy.
-Gracias.
-¡Rita, que al final vamos a llegar tarde!
-Chica, ¿y qué querías que hiciera?
Que esto también es importante, ¿eh?
Que ya sé que tú vas a ser una estrella y que no te importan mucho las galerías, pero en algo tendré que trabajar yo, ¿no?
Venga, vamos.
-¿Ya se va?
-Sí, don Mateo.
¿Necesita algo?
-Nada.
Suerte, Clara.
-Gracias.
Madre mía, si esto es así, no quiero imaginar cómo será un estudio de esos de Hollywood.
-Y tanto foco, ¿para qué querrán tanta luz, no?
Digo yo.
Todos esos cacharros por ahí tirados, pues un poco de orden tampoco les vendría mal.
-A ver, un poquito de silencio, por favor.
-Sergio.
-¿Sergio?
No me digas que este es el bajito gordito.
Pues sí que tienes el listón alto, sí.
-¿Llego muy pronto?
-Llegado justo a tiempo.
-Ella es Rita, mi hermana.
-Encantada.
-Un placer.
-Es que le pedí que me acompañara porque estoy un poco nerviosa, la verdad.
No pasa nada, ¿no?
-No, por supuesto.
Puedes quedarte aquí al lado mientras se hace la prueba.
Eres la siguiente, así que te llevo a que te retoquen el maquillaje y peluquería.
-Deséame suerte, Rita.
-¡Mierda!
-¿Qué?
-Que mierda.
Es lo que he leído que se dice en el mundo del espectáculo, ¿no?
Pues eso, mucha mierda.
-Perdone, ¿viene a la prueba?
-Uy, no, no, no, yo, actriz, bueno, lo que me faltaba.
Bueno... No, no, no.
-Detergente Gindertón... -Argidón.
-Detergente Argensol.
-Argidón.
-Perdón.
Detergente... ...Argidón, limpieza y frescor sin parangón.
Detergente Argi... Detergente Argidón... ¿Puedo empezar de aquí?
Perdón.
Detergente Argidón... ¿Dónde lo echo?
-Si es que en casa nunca tuvimos lavadora.
-No.
Detergente Argidón... Perdón.
-Con eso tenemos suficiente.
-Que lo recojo en un momentito y volvemos a empezar.
-Tranquila, tranquila, solo una prueba, tenemos material suficiente.
-Seguro.
-En serio.
-¿Qué tal lo he hecho?
-Bien.
-¿Tú crees?
-Sí, sí.
-¿Clara?
El papel es tuyo.
-¿En serio?
-¿En serio?
-Sí.
Bueno, ahora tengo que cerrar unas cuestiones con el director, pero esta noche lo celebramos.
-Claro.
-No deberías haber gastado tanto dinero en este trasto.
-¡Ay, que el dinero no se mira, Rita!
-Hombre, si luego vas a venir a pedirme prestado para terminar de pagarla... -Que he pagado la primera letra con lo que me dieron por hacer de modelo.
-¿Tú sabes lo que gana una actriz?
-Mejor no me lo cuentes.
-Es un detalle para mi hermana, por acompañarme y por estar siempre ahí.
-Se acabó lo de escuchar la música en la radio.
-A partir de ahora, vamos a poder ver las juventudes musicales.
Y los chicos van a poder venir a ver el fútbol.
Y luego en los descansos, pues, me veis a mí en los anuncios.
¡Es que sólo de pensarlo...!
¿Tú te imaginas?
Yo vestida de gala en los Oscar.
Y tú mi acompañante.
"¡Dios mío!
Es la hermana de la estrella", y yo diré: "No, no, no.
Es mi asistente personal".
O mejor: "Es mi modista personal".
-Clara, yo no sé si estás yendo demasiado rápido.
A ver si te va a pasar como el cuento de la lechera.
-Hala, para que os pongáis al día.
-¿Qué es esto?
-Las instrucciones.
-Yo tengo que arreglarme, que voy a la cena.
-Deséame suerte.
-Suerte.
-El padre Torres es como de la familia.
Me ha bautizado, me ha dado la primera comunión.
-Bueno.
Cristina es una de mis feligresas más fieles.
Tenía ganas de casarla con un buen cristiano.
Y mucho me temo que tú no eres muy asiduo, ¿verdad?
-Ay, padre, ya sabe que mi hija y yo vamos a misa todos los domingos.
Pero, desgraciadamente, Alberto hace ya mucho tiempo que dejó de hacerlo.
-Arreglaremos eso, no se preocupe, padre.
-Seguro que sí, hija.
Confío en que tu buena voluntad podrá reconducir la fe de tu prometido hacia el abrazo de nuestro Señor.
-Bien, entonces, hablemos de lo que me ha traído hasta aquí.
El matrimonio es algo muy serio.
Y entiendo que vosotros venís hasta mí convencidos de lo que vais a hacer y conscientes de lo que supone.
Bien, es mi responsabilidad asegurarme de vuestras intenciones antes de casaros.
-Pues nuestra intención, padre, es casarnos.
-Claro, claro, hija.
Pero yo debo conocer si existe algún indicio que me pueda hacer pensar que hay algún impedimento o que no hayáis tomado esta decisión libremente.
-Disculpe.
-Sí, si existe alguna razón además de vuestro amor y de querer crear una familia que os haya empujado al matrimonio.
-¿Y qué otra razón puede haber si no?
-Ay, hija, te sorprendería saber la cantidad de parejas que se casan por interés, por obligación o incluso por rutina.
-No es nuestro caso, padre.
-Deduzco, entonces, que queréis tener hijos cuanto antes.
-Por supuesto.
-Y entiendo que estáis al tanto de cómo concebirlos.
[articula en silencio] -Sí, estamos al tanto, padre.
-¿Significa eso que habéis mantenido relaciones prematrimoniales?
-No, no, no, no.
Por supuesto que no.
-Bien, hija, bien.
Porque la decencia es, es algo muy importante.
-Sí.
-Da muestra de la fortaleza moral que tendréis para rechazar las tentaciones cuando seáis marido y mujer.
-Para mí no existe nadie más que Alberto.
Bueno, ni nunca habrá nadie más.
-Para mí tampoco.
-Prométeme que no tendremos que volver a pasar por esto.
-Al menos no ha sido para tanto, ¿no?
-¿Que no ha sido para tanto?
Te tendrías que haber visto la cara que has puesto.
Pero es que cuando nos ha preguntado: "Supongo que estaréis al tanto de lo que hay que hacer".
-No te preocupes, ya te librarás de eso en la confesión.
-Mentirle a un cura.
Pero, Dios mío, eso seguro que lleva una penitencia mayor.
A lo mejor me voy a pasar el resto de mi vida rezando un Padre Nuestro.
-Pero en una cosa tiene razón.
Ha sido todo muy precipitado.
-El padre Torres es un anticuado.
No hace falta estar una década comprometidos para que todo salga bien.
-No me refiero a eso, me refiero... ...a que nos vamos a casar en dos semanas y no te conozco.
O sea, me refiero a conocerse de verdad, detalles que uno sabe de su pareja.
No lo sé, como... ...el libro que tienes en la mesita de noche.
O, por ejemplo, no sabes dónde quiero viajar yo.
-Argentina.
No me preguntes por qué, pero sé que estás deseando visitar Buenos Aires.
"El Gran Gatsby" es el libro que tienes en la mesita de noche, pero estoy segura de que no lo has comprado tú.
La seda es de la favorita.
-Ya vale, ya vale.
Ya me has avergonzado suficiente.
-Te propongo un juego.
Verdad o prenda.
Cada uno nos tenemos que hacer una pregunta y si no queremos contestar, decimos "prenda" y tenemos que hacer lo que el otro nos pida.
-No tenemos 12 años.
A los 12 años estaba deseando que eligieses "prenda" y que tuvieses que darme un beso.
Pero hay que ser 100% sinceros, de eso se trata.
Y para que veas que no me aprovecho, te dejo que empieces.
-Vale.
¿Cómo te hiciste la cicatriz que tienes en la cadera?
-Tenía cinco años.
Yo quería quedarme en casa jugando todo el día, pero había que ir a misa.
Así que intenté escaparme y cuando iba a saltar la valla del jardín, me resbalé y tuvieron que darme tres puntos.
Pero no fui a misa.
Fin de la historia.
Me toca.
-Dispara.
-¿Por qué tu padre te envió a estudiar a Londres?
Tuvo que ser por algo, porque los Márquez habéis estudiado en el mismo colegio desde hace generaciones, así que tuvo que pasar algo.
Bueno, vale.
Puedes elegir prenda, pero ya sabes lo que te toca.
-Mi padre me envió a estudiar a Londres... ...porque me había enamorado de la chica equivocada.
No aprobaba la relación y por eso me envió todos esos años fuera.
-¿Por qué?
-Esas no son las reglas del juego, ahora me toca preguntar a mí.
-Alberto.
-Creía que era lo mejor para mí.
-¿Y lo era?
-No lo sé.
-Pero tuvo que ser muy fuerte para que tu padre te enviara tan lejos.
¿Cómo era ella?
-¿Cómo era?
Mira, inteligente, inquieta, tenaz, terca, era más terca que una mula.
Siempre había que hacer lo que ella quería, siempre.
Pero estaba dispuesta a comerse el mundo.
Estaba dispuesta a cambiarlo todo, lo que hiciera falta para cumplir sus sueños.
-Ojalá alguien hablase así de mí algún día.
-¿Estás celosa?
-Un poco.
-Ven.
Esa chica ya no existe, Cristina.
Forma parte del pasado.
El presente eres tú.
-Cierro los ojos un segundo y ya está en pie.
¿Qué hace a estas horas con papeles en la mano?
-Un día u otro tiene que llegar el momento y no quiero que te lo encuentres todo manga por hombro.
Aquí está lo importante.
El seguro de defunción... -El médico dijo que se... -Escúchame.
-No quiero.
-Escúchame una cosa.
Puedes tirarlo todo, todo, menos la caja de latón que está ahí dentro del armario.
Esa es para ti.
Y ahora ya no me escuches si no quieres.
-¿Usted no se da cuenta que no puede faltar?
-¿Y tú no te das cuenta de que nadie es imprescindible?
-Para mí sí.
Yo sí le necesito, es lo único que tengo.
[suspiro] -Creo que esto no ha sido una buena idea, Maximiliano.
-Toda buena cena requiere un buen digestivo, doña Blanca.
Un cóctel y nos marchamos, prometido.
¿Qué quiere tomar?
-Un agua con gas.
Un agua con gas para ella y para mí un Manhattan, por favor.
-Que sean dos Manhattan.
Perdóname, pero me siento un poco incómoda.
Todo el mundo me conoce aquí y no me quitan ojo de encima.
-No la miran a usted, doña Blanca.
Me miran a mí.
¿O acaso no se ha fijado que soy el hombre más atractivo de la sala?
Relájese, no está cometiendo ningún crimen.
-Tenga.
-Gracias.
-Cuénteme algo de usted.
No siempre habrás sido la jefa del taller.
-No, claro que no.
La verdad es que cuando era una cría, no podía ver siquiera una aguja.
Pero aquellos tiempos no eran como los de ahora.
Si tu madre era modista, tú también tenías que serlo.
Fui de un vagón a otro, ¿vale?
Yo, al principio, pensé que no me habían visto y, de repente, cuando llego al final, estaba atrapado.
Tenía el revisor justo a un vagón de distancia y la maleta abierta delante de mí.
-¿Y qué hiciste entonces?
-¿Qué iba a hacer?
Era o eso o saltar del tren en marcha.
Y, por experiencia, prefería estar dentro de esa maleta dos horas.
Los golpes de la caída me hubieran dolido semanas.
Mucho dolor, imagínate.
Codo, rodilla.
-Se ha hecho tarde, tengo que marcharme.
-Pero si acabamos de pedir... -Tú puedes quedarte si quieres.
Puedo volver sola a las galerías.
-No, no, la acompaño.
-¡Vamos, vamos!
Vamos.
¡Venga, chuta, chuta, chuta!
-Si llego a saber que hay fútbol, no os digo nada.
-Rita, que es el Madrid, que esto es sagrado, hombre.
Bueno.
-Eso es que ha acabado, ¿verdad?
-No, no, el primer tiempo.
Ahora, unos anuncios y viene el segundo.
¿El segundo?
-Por favor, Rita.
Tú, de fútbol, no... -Calla, que en el pueblo, a mi padre y mi hermano lo ponen en la radio todo el día y es un infierno.
Lo único que no echo de menos.
-La faena en casa puede resultar agotadora.
¿Puedes creer que un día de estos mi hermana salga ahí?
-Mira, podría ser esa.
-Sí.
-Olvídate del pasado, gracias a Polvilés, eso es historia.
Ahorro el tiempo que necesito para dedicárselo a los míos.
Con Polvilés, tengo más tiempo para él.
Con Polvilés, el polvo ni lo es.
-Pedro, que te estoy hablando.
¡Pedro!
¡Pero te vas a perder el segundo tiempo!
-¡Madre mía!
¡Madre mía!
¡Madre mía!
¡Don Emilio!
¡Don Emilio y sus teorías!
¡Don Emilio y sus teorías!
[inaudible].
-Y esto es sólo el principio.
Si va todo según espero, ¡Hollywood!
¿Cantas, Clara?
-¿Además de en la ducha?
Bueno, a Grace Kelly no le hizo falta.
-Sergio, no sabes cuánto agradezco lo que estás haciendo por mí.
-No hay nada que agradecer.
Es hora de celebrar.
-Y lo aprecio de verdad, pero no me gustaría que se confundieran las cosas.
-Eres una chica lista.
Estoy seguro de que sabes perfectamente cómo funciona esto.
-¡Claro!
Y yo estoy segura de que tú aprecias mi talento y que te has dado cuenta de que no soy, vamos, que no soy una cualquiera.
-Y tienes madera de actriz.
-Te vas a meter el anuncio por donde te quepa.
Y la Grace Kelly española va a ser tu tía porque yo soy más de Rita Hayworth.
Se acabó.
Mañana pienso devolver este trasto.
Me ha traído disgusto.
-Pero, mujer, con lo contenta que estabas antes.
¿Me vas a contar qué pasó en la cena?
-¿Qué me ha pasado?
Que el idiota de Mateo tenía razón.
Que ese Sergio me quería para lo que me quería.
Es que soy más tonta, Rita.
-No eres tonta, Clara.
Eres buena.
Eres buena persona.
No todo el mundo tiene nuestra buena fe.
Además, yo creo que de modelo bien, pero de actriz eras muy mala.
¿Cómo que mala?
-Hombre, mala por decir algo, Clara.
Malísima, horrible.
[resopla] -Aquí la lista.
¿Te pensarás tú que es fácil ponerse ahí, que es coser y cantar?
-Pues no debe de ser tan complicado, digo yo.
Coges el maldito detergente ese, sonríes con cierto encanto... "Detergentes Argidón, limpieza y frescor, sin parangón".
-Bueno, pero si ahora lo estás haciendo así, ¿por qué no estás delante de las cámaras?
Que luego te ponen una cámara delante y son todo nervios, Rita.
Que no dejas de pensar en: "¿Se me verá gorda o estaré demasiado pálida?".
-No, no, claro, si viéndolo así, a ver quién aguanta ahí delante.
-Pero no, que además lo de ser actriz no me va, es una lata, que todo el rato: "Venga, a repetir, repetir", una y otra vez.
-Pero si ya lo decía madre, que lo que no es para una no lo es.
-Además, menos mal que te has librado del fresco ese.
¿No?
-Sí.
Pues sí.
[inaudible] lo advirtió Mateo.
Pues es que no me quito de la cabeza sus palabras.
Y Mateo.
Y yo diciéndole que me iba a ir de las galerías, que se fuera buscando otra secretaria.
-No, no, no pasa nada, tú le cuentas lo que ha pasado y ya está.
-Ah, no, eso sí que no.
Antes me quedo como estoy, sola y sin hombres.
Como tú, Rita, que tampoco se te está tan mal, ¿no?
[♪ música melancólica] [♪ música alegre] -¿Se puede saber qué le pasa ahora?
-Rita, Rita, Rita, lo que me pasa es que no me la he quitado del coco y usted tiene la culpa.
¿Usted sabía que a Rita le huele muy bien el pelo?
-No tengo ni idea.
-Yo no paro de seguirla para escucharla porque ella es muy pizpereta.
Y cuando no la escucho, pues la veo.
Y la veo en todos los sitios.
Si la veo, hasta en el anuncio de la televisión la veo.
-¿Y usted piensa que yo tengo la culpa?
Usted tiene la culpa de todo.
Usted me ha dado una información que yo me he quedado obsesionado, ¿eh?
-Yo no le he dicho nada, usted se lo dice todo solo, como ahora.
-A mí, Rita, no me gusta, a mí no me gusta.
A mí no me gusta Rita.
Tú, cuando vi a Clara en el pueblo, yo dije: "Por favor, Dios mío de mi vida".
Me quedé impresionado, me quedé sin respiración, sin palabras, porque es la mujer más bonita que había en el pueblo.
Ojo, que Rita no es fea.
Rita es muy bonita, Rita tiene unos ojos azules que ya los quisiera cualquiera.
Ahí va la pregunta.
Rita es mi amiga.
Yo no me puedo enamorar de mi amiga, ¿verdad?
-Pedro... -Me voy.
Vale, me voy a ir.
[♪ música divertida] -Buenos días.
-Buenos días.
-No deben serlo si lo dices con esa cara y ese tono.
No me digas que tu audición no salió como esperabas.
-¿Y a ti qué más te da?
-Lo digo para ir preparando la oferta de empleo, ¿no?
-Bien, bien, bien.
-¿Bien?
Un tanto escueta.
Pero en cuanto tengas más detalles, no dudes en compartirlos.
No veo el día que vuelva a encontrarme un informe entero mecanografiado sin faltas de ortografía.
Mira lo que te digo.
-Muy pronto, don Mateo.
Mucho antes de lo que se imagina.
-¿Sí?
-Mjm.
[teléfono] Galerías Velvet, buenos días.
Sí, un momentito, por favor.
Pregunta por don Raúl.
Dice que es el secretario real del Principado de Mónaco.
[hablando inglés] -¿Qué?
-¿Qué?
¿Qué te ha dicho?
-El paquete llegó a manos de la princesa.
Estaba entre su equipaje.
Al principio, iba a deshacerse de él, pero le picó la curiosidad, miró lo que había dentro... -¿Y?
-Y ahora quiere ver más.
-¿Seguro?
-Bueno, es lo que me ha dicho su secretario, que la princesa quiere pasar una tarde distendida, ajena a la presión de los fotógrafos, disfrutando de una de sus mayores aficiones, la moda.
-Entonces, ¿cuándo tienen pensado venir?
-Déjame disfrutar de esta situación.
Perdona, Mateo.
¿Tenías algo que decirme?
-Yo, nada, estoy ocupado tragándome mis palabras.
-¿Cuándo tienen pensado venir?
-Hoy, a las 17:00.
-¿Hoy a las 17:00?
-Mateo, cerramos las galerías al mediodía.
-Los empleados van a preguntarse el porqué.
-Solo el personal de más confianza, el resto va tarde vive.
¿Vas a necesitar algo más?
-No, gracias, querido.
Lo tengo todo en la vida.
-Miriam, vamos a poner esa mesita junto al sofá por si quiere apoyar el bolso y los guantes.
-¿Qué tal van las cosas por el taller?
-Perfecto.
Las modistas están haciendo los últimos retoques.
Pero está todo perfecto, Alberto.
-Esto nos tiene que salir bien.
Si no, es cuestión de tiempo que yo pierda todo esto.
-Con un poquito más de brío, mejor.
Esto, esto necesita un aspirada.
Venga, venga, venga, venga, venga.
[♪ música acelerada] -Vamos, que a Raúl le da algo como no bajes ya, que tienes que probarte los vestidos.
Ya voy, ya voy.
Que tenía que terminar unas cosas, pero ya estoy.
Ay, Rita, la princesa de Mónaco.
Es que no sabes lo que le admiro.
Bueno, creo que me he visto todas sus películas.
-Es que era muy buena actriz, la verdad.
A mí me encantaba esta, la que estaba con este, con el... ¿Cómo se llamaba?
El James Esteban, que era un fotógrafo cojo y que estaba todo el día mirando por la ventana cotilleando, ¿te acuerdas?
-Maravilloso.
-Bueno, a mí me encantaba, sobre todo cuando miraba.
-¿Dónde va, Clara?
-Raúl quiere que baje para probarme los vestidos para la princesa.
-Ah, eso.
Acabo de hablar con él y ya no será necesario.
-¿Cómo?
-Yo mismo he avisado a Yolanda Castro.
Entienda que una cosa así merece ser llevado a cabo por una profesional.
No podemos arriesgarnos con una principiante, con una actriz en ciernes.
Rita.
Rita, por favor... -¡No!
Mire, me había propuesto no meterme en esta historia, pero es que me hierve la sangre... -No, pero... -¡No, no!
¡Chus, chus!
Déjeme hablar.
Usted me cae bien, ¿eh?
Pero creo que es un poquito cara dura.
Ojo, que yo no digo que sea algo malo, ¿eh?
Que a mi hermana le gusta, pero a mí me parece raro.
Pero a mi hermana le gusta y mucho.
Porque lo que ha hecho ha sido un golpe bajo.
Y ya sé que me va a decir lo de Sergio ese, pero ni me lo mencione.
porque se ha intentado beneficiar de mi hermana a cambio de un anuncio de detergente.
Ese ni es un productor ni es nada.
¡Es un sinvergüenza!
Eso es lo que es.
Y ahora, si usted me quiere decir algo, es el momento.
-Quería saber a qué piso va. El botón.
-Ah.
-Rita.
-Mateo.
¿Mateo?
-¿Mateo?
Cualquiera diría que me estás esquivando.
-Ah, no, Cristina, perdona, es, es el trabajo.
Hoy es un día importante.
-Eso he oído.
Gracia de Mónaco en las galerías.
Bueno, lo que no consiga este Raúl.
-Sí, la verdad que es impresionante.
¿Tú qué tal?
-Bien, bien.
Solo he venido a desearle suerte a Alberto.
-¿Habéis cenado ya con el padre Torres?
¿Habéis purgado todos vuestros pecados?
-Bueno, no exactamente.
Pero he descubierto cosas muy interesantes.
-Ah, ¿sí?
¿Cosas que yo debería saber?
-Cosas del pasado.
Pero, bueno, como tú estudiaste con Alberto en Londres, no creo que sea nada que tú no sepas.
-Cada frase que dices me intrigas muchísimo más, Cristina.
-Alberto me ha contado por qué su padre le envió a estudiar a Londres.
-Ah, ¿sí?
-Mjm.
Pero, bueno, que no pasa nada.
Yo también tuve mis cosas en la adolescencia.
-En la adolescencia, sí.
Todos hemos tenido cosas en la adolescencia.
-¿Tú la conocías?
-De nada.
Absolutamente de nada.
Ya sabes cómo es Alberto para su vida privada.
Y más cuando es una cosa de hace tantísimo tiempo.
-Claro.
No, si no me importa, ¿eh?
Era simple curiosidad.
-Por supuesto.
Tengo que dejarte.
Hoy es un día de locos.
-Claro.
¡Suerte!
-"Querida Ana, acabo de llegar a Londres y lo único que pienso es que no estás aquí.
La ciudad es fea, no para de llover y yo no paro de pensar que ahora mismo, si no fuera por...".
"Me da igual lo que hagan.
Él, Gloria o tu tío.
Da igual cuánto me separen de ti porque eso no va a hacer que deje de...".
"Hace un mes que te escribí la primera carta y no sé nada de ti.
No sé si la habrás recibido, pero me imagino que no.
No puedo pensar que lo hayas hecho y...".
"Le he pedido a un amigo que te envíe esta carta.
Me imagino que cuando veas que la firma Phillipe Ray, sabrás que he sido yo.
Espero que la recibas".
"Han pasado varios años y te vuelvo a escribir, sin la seguridad de que tú todavía vivas en Madrid.
Eras una chica inquieta, decidida y seguro que ya estás en París triunfando como diseñadora, como siempre quisiste".
"Solo te escribo para anunciarte que mi padre me ha pedido que regrese a España para el acto de presentación de la nueva colección".
"En esta carta quiero enviarte una invitación.
Nos vemos en la azotea, aunque solo sea por los viejos tiempos".
[sollozo] -Tío, ¿sabe qué?
Alberto ha conseguido que venga la princesa de Mónaco a las galerías.
Dicen que va a dar un montón de publicidad.
-No me atreví a deshacerme de todo eso.
Cometí el error de no pensar en otra cosa que no fuese este negocio.
No lo repitas.
-¿Sabe?
He encontrado una chica muy diferente a mí en estas cartas.
-A lo mejor es que la otra se ha perdido por el camino.
Conozco una mujer.
Tiene una pequeña boutique en la calle Silva.
Doña Aurora se llama.
No creo que le cueste mucho vender algo que tú eres más que capaz de hacer.
-Se retrasan.
-Me vas a llamar loco, pero cada día te entiendo menos.
¿No te he enseñado que nunca se le habla a una mujer de otra a la que quisiste antes que a ella?
Cristina quiere saber quién es y vino a preguntar a la persona que mejor te conoce.
-¿Y quién te ha dicho que eres la persona que mejor me conoce?
-A lo mejor debería decir que soy la persona que mejor te conoce con la que todavía te hablas.
-Eso ha sido un golpe abajo.
-Ana me habla.
-¿A qué ha venido lo de Cristina?
-Vamos a casarnos, Mateo.
Quería empezar con buen pie.
-¿Y liberar tus demonios?
-Si quieres llamarlo así.
-Es lo que son.
Eres incapaz de desprenderte de ellos.
-No me quiero desprender.
No quiero olvidarme de los momentos que he vivido.
Hubo cosas muy buenas, Mateo.
-Que se acabaron.
Sé que es difícil asumir que se termina algo cuando realmente es bueno.
Créeme que lo entiendo.
-Cualquiera diría que has pasado por algo parecido.
-A lo mejor tú tampoco eres la persona que mejor me conoce.
En cualquier caso, estamos hablando de ti.
Que lo has intentado todo.
Luchar por ella, enfadarte por lo que te hizo, perdonarla.
-¿Quién te ha dicho que la ha perdonado?
-El hecho de que busques desesperadamente que ella te perdone a ti.
-Te equivocas.
-Claro que me equivoco.
Me equivoco en todo.
De hecho, desconozco por qué seguimos siendo amigos.
El único que no te deja estar en paz eres tú.
[♪ música alegre] -Es ella.
-Gracias por haber respetado lo que acordamos.
-Es lo mínimo que podíamos hacer.
-Señores, Princess Grace of Monaco.
-Princess, pleased to meet you.
I'm Alberto Márquez.
-Márquez.
Director de Galerías Velvet.
Me gusta saber con quién me reúno y practicar mi español cuando tengo ocasión.
-Habla usted muy bien español.
-Gracias.
-Permítame que le presente.
Él es Mateo Ruiz, subdirector de las Galerías.
Y nuestro diseñador.
-Raúl De la Riva.
Ha pasado mucho tiempo, pero al fin volvemos a vernos.
No has cambiado nada.
El mismo gesto, la misma sonrisa y las mismas manos de oro, por lo poco que he podido ver.
[risas] Queríamos captar su atención.
-Misión cumplida.
¿Dónde está la colección?
-Por favor, si nos acompañan.
[♪ música alegre] -Y estos son nuestros talleres.
-Hola, Gracia.
[inaudible].
[♪ música alegre] -Esos son mis favoritos, fíjese.
[inaudible].
[♪ música alegre] La siguiente, por favor.
[♪ música alegre] Y este último... Perdón, señorita.
[♪ música alegre] A este vestido le falta... ...este accesorio.
Si me permite.
Ya puede modelar.
Así sería el diseño completo.
-Tengo que felicitarles.
Se ve que han puesto todo su esfuerzo para agradarme.
-Gracias, Alteza.
Sería para nosotros todo un honor si usted quisiera aceptar cualquiera de nuestros modelos para la cena magnífica de esta noche.
O para cuando usted quiera.
-Lo lamento, pero no podré llevarlos.
Al recibir el fajín, imaginé otro tipo de colección, la verdad.
-¿No le ha gustado?
-Me fascinan, Raúl.
Su talento es infinito, pero no es ropa que una princesa pueda lucir.
Tal vez si volviera a mis tiempos como actriz, ¿lo comprende?
-Claro, claro, lo comprendo.
[susurra] -What?
-Lamento interrumpir, pero tenemos un serio contratiempo.
Están por todas partes, en la puerta principal, en la parte de atrás... -Alteza, espere.
Estoy muy claro cuáles son las condiciones.
-Las sentimos a rajatabla, no sabemos cómo se ha podido filtrar la información, lo sentimos.
-¡Princesa!
¡Princesa, por favor!
-Alteza, ¿a qué se debe su visita sorpresa?
-¿Está interesada en la nueva colección [inaudible]?
-¿De qué conoce a la familia Márquez?
-Señor Márquez, ¿podría decirnos qué hacía la princesa de visita en la galería?
-Sin comentarios.
-De la Riva, ¿qué le han parecido sus diseños a la princesa?
-Le han fascinado.
-Queríamos darles las gracias por el esfuerzo puesto esta tarde.
La princesa personalmente nos ha dado la enhorabuena y así queríamos transmitírselo.
Lamentablemente, las cosas no han salido como esperábamos, pero tenemos buenas expectativas y estamos trabajando en otras oportunidades.
Muchas gracias.
-Señoritas, ya saben lo que toca.
Quiero esos vestidos recogidos y el taller impecable.
-Anda, que la verdad es que ya es mala suerte.
A este ritmo, todo se va a caer antes de que termine el año, ya verás.
Y yo te digo una cosa, que yo tan guapa no he visto a la princesita esa, porque lo de los críos la ha afeado, está mucho más gorda.
Que ya sé que, después del embarazo, una tien... Luisa.
Pero, niña, no te pongas así.
¿Es por lo que he dicho de eso que nos vamos todos a la calle?
Si es por eso, no te preocupes.
-No, no, Rita, no es eso.
Eh, que he tenido dos faltas.
-¿Estás embarazada?
-Hemos estado cerca.
-No le des más vueltas.
Hay que asumir la situación y seguir hacia delante.
-¡Tonterías!
Siempre está de nuestra mano cómo queremos que terminen las historias.
Y, a veces, tan sencillo como hacer una simple llamada.
-¿Has sido tú quien ha llamado a los fotógrafos?
-Te lo dije, nada vende más que una imagen.
Raúl, mañana la fotografía de la princesa Gracia saliendo de nuestros almacenes estará en todos los periódicos.
-No sé si eres un genio o un loco.
-¿Acaso no van de la mano?
Y este sí es el final que nos merecíamos.
-Vamos a ver, bonita, tampoco creo que sea tan difícil.
"Aceitunas de Lavero, la mejor del mundo entero".
-Mateo, ¿qué tal?
Me pillas en mal momento... -Quiero hablar contigo un segundo, es importante.
Lamento que no haya terminado todo bien entre Clara y tú.
Sé que querías convertir a mi secretaria en una estrella y que la cosa no ha salido como esperabas.
-Ella se lo pierde.
Caras bonitas, haya patadas.
-Me siento un poco culpable, es una chica muy exigente... -Mateo, Mateo, que no te engañe, que no te engañe.
Clara es como todas las de su clase.
-¿A qué te refieres con eso de clase?
No... -Ya sabes, aunque decir "clase" en este caso es mucho.
Clara de eso no tiene nada.
Estoy harto de encontrarme con este tipo de chicas, Mateo.
Se hacen las estiradas, pero coquetean, se insinúan.
Calientan al personal como una vulgar ramera de tres al cuarto y luego... -Se lo merece.
-Se lo estaba buscando.
-¡A trabajar, coño!
-Eso no tiene muy buena pinta.
Venga, trae.
Sergio acaba de llamarme para quedar conmigo y contarme que al final me han dado el papel.
-Bien, supongo entonces que tengo que darte la enhorabuena.
-No, lo he rechazado, eso de ser actriz no va conmigo.
Pero gracias, de todas formas.
-Gracias, ¿por qué?
-Digamos que esto no es cosa de la puerta, sino de la mandíbula de Sergio.
-Un momento, si por un segundo crees que todo esto tiene que ver contigo, estás muy equivocada, amiga.
No te... -Cállate.
[♪ música divertida] -Cuidado, que igual está un poco caliente.
-Bueno, está bien.
[golpes en la puerta] -Don Emilio.
-Buenas noches.
-Buenas noches.
-Os dejo solos.
-No, no, por favor.
No solo he venido a ver a don Emilio.
También quería hablar contigo.
Sé que es lo último que te apetece ahora mismo, pero me gustaría... -No, quiero que hablemos.
Yo también quiero hablar contigo.
-Pero yo no tengo ningún interés en oírlo, así que, si no les importa, búsquense un lugar más adecuado y déjenme en paz.
-Vamos.
Ahora vuelvo.
-Bueno, buenas noches.
-¿Cuánto hacía que no veníamos aquí?
-No lo sé.
Mucho, supongo.
Cristina y yo hemos ido a hablar con el cura.
Ya tiene todos los papeles preparados.
-¿Vas a hacerlo?
Es buena chica y te quiere.
Seguro que serás feliz.
-Fui muy feliz contigo, Ana.
-Yo también.
Pero parece que fue hace mucho, ¿verdad?
-No quisiera que las cosas hubieran terminado así, te lo aseguro.
-Yo tampoco.
-Quererte ha sido lo más importante que he tenido en mi vida.
Y después de todo lo que hemos vivido, era injusto tener este final.
-Sí, lo era.
Pero ¿cuál podría ser?
[♪ música romántica] -Adiós, Ana.
[articula en silencio] -¡Chicos, que salimos de las revistas!
¡Sa-salimos en las revistas, que somos famosos!
-¿De qué viene tanto escándalo?
-Escándalo es ver cómo late mi corazón.
Y todo es por ti porque yo te quiero.
Es que he sido un tonto porque nunca te lo he dicho, Rita.
-Luisa, ¿se puede saber por qué te has ido así?
-Está embarazada.
-¿Qué?
-Lo siento, Luisa, no me podía aguantar, pero ¿por qué me voy a aguantar si es una buena noticia?
-No, no lo es.
-Luisa, a veces las cosas no salen cuando las esperamos y no se pueden cambiar, pero hay que intentar verles el lado bueno.
-A lo mejor sí que se pueden cambiar.
-Yo antes pensaba como tú, que no había que definir las cosas.
-Pero a lo mejor es que nunca había sentido esto.
-Resulta que te quiero.
-Quiero ser la madrina más radiante.
-¿Cómo que la madrina?
Nadie le ha pedido que sea mi madrina.
¿Tú le has pedido a Gloria que sea nuestra madrina?
-Gloria es tu madre.
-Gloria no es mi madre, Cristina, y es la última persona que querría que estuviera en el altar.
-Si quieres, lo hablamos esta noche en el club.
-No me gusta ese club, no me gusta esa gente, no me gusta.
Es tu mundo, Cristina, no el mío.
-¿Y si tenemos que cancelar la boda?
No, de verdad que nunca habíamos discutido así.
-Que no, que es la típica crisis prematrimonial, pasa siempre.
Y Alberto es como todos los hombres, necesita tener su espacio, sus manías, sus pequeños secretos.
-¿Alberto?
-Todo está cambiando.
Mira, mi vida siempre fueron las galerías y tú.
Y para una vez que salí de ellas, fue para irme a París contigo.
-Había olvidado lo fácil que es entenderse contigo.
Support for PBS provided by: